La URV ya hace años que es referente en el análisis de las problemáticas generadas por la actividad turística, sobre todo la masificación y su repercusión en la cohesión social, la vivienda y la movilidad, y hace propuestas hacia un modelo sostenible y compatible con la población local y el territorio
Casi 20 millones de turistas internacionales visitaron Cataluña el 2024. Una cifra récord que no parece que tenga tope a corto plazo, con cada vez más gente de países emergentes que ha conquistado el derecho a viajar. Esta gran cantidad de visitantes tensiona, todavía más, un territorio dinámico y complejo de por sí y en que, sobre todo en las ciudades, como es el caso de Barcelona y Tarragona, los turistas comparten espacios y servicios con los residentes. El encarecimiento de los precios de la vivienda en las zonas más turísticas, la aglomeración de gente en determinados espacios públicos y la saturación de la movilidad son consecuencias de una problemática que centra, cada vez más, el debate social.
A pesar de que es sobre todo en los últimos años que el tema ha ganado actualidad, desde la Universitat Rovira i Virgili ya hace tiempo que se pone el foco en analizar el comportamiento del turismo y su relación con la sociedad y el territorio que lo acogen, especialmente el Grupo de Investigación de Análisis Territorial y Estudios Turísticos (GRATET), en funcionamiento desde hace 30 años.
Aaron Gutiérrez, investigador de GRATET y director del Departamento de Geografía de la URV, explica que a diferencia de la gran mayoría de la investigación académica en turismo, muy autorreferenciada y centrada en la oferta y la demanda, las lógicas de mercado…, la URV propone una mirada mucho más global de la materia, analizando también el contexto social y económico y todos los sectores que están implicados, y se tiene en cuenta que “es una de las actividades con más capacidad de transformación del territorio y la sociedad, con beneficios pero también con impacto”. “Esta mirada transversal del turismo y como incide en otras dinámicas es la que nosotros asumimos. Qué papel tiene la movilidad, qué papel tiene en la oferta de vivienda, y como desde las administraciones y la planificación territorial se puede incidir para tener un modelo de turismo más sostenible”, afirma Gutiérrez.
Y es que en muchos territorios turísticos, como es el caso de Cataluña, el aumento del número de visitantes y la concentración en las zonas más valoradas provoca una masificación que pose en peligro el equilibrio entre esta actividad y las que desarrollan cotidianamente los residentes. “El turismo es uno de los principales motores económicos de sociedades como la nuestra, pero también es uno de los grandes generadores de externalidades negativas, ambientales, sociales, económicas…”, admite Aaron Gutiérrez, que avisa que para hacer frente a los retos derivados hace falta una planificación del turismo integrada en la planificación territorial global, la que tiene en cuenta la movilidad, la vivienda…, “ para maximizar los beneficios sociales y económicos y mitigar las externalidades negativas asociadas.
Por lo tanto, según Aaron Gutiérrez, “hacen falta respuestas integradas pensando en el turismo en relación a las otras actividades humanas que tienen lugar sobre el territorio, integrar el turismo en las todas las dinámicas y entender los destinos turísticos como territorios complejos”. Es el caso de la Costa Daurada, donde el turismo convive con la industria, la agricultura, la pesca, los servicios… y en que, por lo tanto, hace falta regulación y planificación conjunta.
Incidir en las administraciones y en los agentes clave del territorio es, precisamente, uno de los grandes objetivos de la investigación que se lleva a cabo en la URV y de los diferentes proyectos que centran la investigación. Uno de los más ambiciosos es SMARTDEST, encabezado por Antonio Paolo Russo y que estos últimos años ha buscado averiguar hasta qué punto el turismo y su crecimiento inciden en la cohesión social de varias ciudades europeas, entre las cuales Barcelona. “Cuando hablamos de exclusión social, hablamos de desplazamiento residencial, de trabajadores y ciudadanos que tienen que ir a vivir más lejos por las presiones del mercado inmobiliario; de casos de marginalización y de invisibilización de la población residente; de dificultades a la hora de llevar a cabo las actividades de cada día, sobre todo por parte de la población más grande, y problemas que tienen que ver con la saturación del espacio, lo cual por ejemplo dificulta la movilidad cotidiana de los residentes o el acceso a bienes de consumo”, explica Russo.
Y, realmente, el estudio, que contó con la participación de investigadores e investigadoras de varias universidades europeas pero impulsado y coordinado desde la URV, concluyó que la transformación turística de las ciudades aumenta los riesgos de exclusión social. El proyecto detectó que el turismo agudiza las desigualdades, aumenta la polarización y la exclusión de zonas residenciales gentrificadas, lleva a una movilidad ineficiente y, en definitiva, perjudica la cohesión social y la integración.
Los proyectos que se llevan a cabo desde la URV cuentan, siempre, con la participación de agentes del territorio y comunidades de vecinos, y buscan incidir en las administraciones
Según Russo, uno de los valores del estudio, basado en encuestas e indicadores, es el hecho de contar con las comunidades locales a la hora de desarrollar las ideas y las conclusiones. De hecho, el proyecto tenía como último estadio, para cada caso de estudio, un citylab, un proceso participativo con agentes locales para que valoren los resultados del análisis de los investigadores y que participen “en el diseño de instrumentos y medidas políticas que puedan tener un impacto sobre estas formas de exclusión”. Los proyectos que se llevan a cabo desde la URV cuentan, siempre, con la participación del territorio y, además, se hacen en coordinación con las administraciones, en este caso el Ayuntamiento de Barcelona.
Precisamente, una de los hitos del proyecto SMARTDEST es un mapa de riesgo de desplazamiento residencial de la capital catalana, en que, tal y como explica Russo, se ha creado un algoritmo que evalúa el riesgo de perder la casa teniendo en cuenta el mercado de la vivienda y la renda media familiar. “El Ayuntamiento de Barcelona lo ha integrado a su base de datos y, en teoría, lo tiene en cuenta a la hora de diseñar políticas”, afirma Russo, que, no obstante, admite que no es fácil que las administraciones, demasiado cambiantes en función de los colores políticos, y, por lo tanto, muy cortoterministas, acaben haciendo caso de verdad a todo este conocimiento que se les transfiere, que pide miradas amplias, abiertas, poco ideologizadas y a largo plazo.

La vivienda es, por lo tanto, uno de los sectores sobre el cual el turismo masificado tiene un impacto mayor. En la URV, quien más promueve la investigación, la docencia y la transferencia de conocimiento alrededor de este tema es la Cátedra UNESCO de Vivienda. Su director, Héctor Simón, explica que para los análisis que hacen se basan siempre en estudios y datos empíricos, puesto que se trata de ser el máximo de objetivos posible porque uno de sus propósitos es “buscar el equilibrio entre posiciones maximalistas”, hacer de puente, de generador de diálogo, entre los intereses, a menudo opuestos, que existen alrededor de la vivienda.
Así, con datos en la mano, según Héctor Simón las viviendas de uso turístico representan solo el 2% del parque total de viviendas en el estado y, además, considera que, en general, su impacto real en el mercado privado está por demostrar. Eso sí, en determinadas zonas turísticas, si se detecta que hay un exceso de alojamientos turísticos, entonces sí que se pueden hacer actuaciones “de cirugía más que no de brocha gorda»: “Se puede zonificar si hay evidencia científica de concentración de vivienda turística en una área, y entonces actuar en consecuencia. Por ejemplo, la ley catalana y la española dan potestad a las comunidades de propietarios para regular o, incluso, prohibir estas actividades. Y si no son un problema, entonces simplemente se trata de controlarlos según las normativas, sobre todo són ilegales, si ocasionan molestias…”
De todos modos, Héctor Simón considera que una actuación contra las viviendas de uso turístico no implica que se pongan en el mercado privado de alquiler. “Es naif pensar que prohibiendo las viviendas de uso turístico, el 80% de las cuales son segundas residencias, irán a parar al mercado privado de alquiler para abaratarlo”. Según el director de la Cátedra UNESCO de Vivienda de la URV, no son la causa, sino la consecuencia de políticas erráticas que han imposibilitado el acceso a la vivienda en propiedad y han provocado inseguridad jurídica a los propietarios que quieren poner su piso o su casa al mercado privado de alquiler”.
Simón critica la ley adoptada el 2023 por el gobierno catalán por la cual se suspenden licencias durante cinco años hasta que las administraciones locales modifiquen los planeamientos y concedan licencias en función de la vivienda disponible. “Lo que hay que hacer son políticas para movilizar esta vivienda de uso turístico hacia el mercado privado residencial, que sea atractivo, con incentivos fiscales por ejemplo, y que haya seguridad jurídica y la certeza que se puede alquilar en este mercado y cobrar la renta correspondiente”, concluye. Como también apuntaba Russo, Héctor Simón lamenta que en las administraciones hay “más ideología que lógica”.

Aaron Gutiérrez, por su parte, ha hecho estudios como investigador de GRATET, sobre todo, alrededor de la movilidad. Él también pone sobre la mesa la carencia de planificación de los gobiernos alrededor de un tema con un gran impacto, puesto que el turismo implica un elevado uso de los transportes públicos y privados, y por tanto, es uno de los causantes del cambio climático. “El turismo no está integrado en la planificación urbanística y territorial en un país tan turístico como Cataluña. No se tiene en cuenta que durante tres o cuatro meses la movilidad se multiplica”, lamenta. Antonio Paolo Russo también recuerda que la Comisión Europea, en su marco político, tiene muy poco en cuenta los problemas de exclusión social que genera el turismo.
Para continuar incidiendo, a pesar de todo, en los gobiernos y la sociedad, desde GRATET han desarrollado, últimamente, dos proyectos centrados en la movilidad y la sostenibilidad. ADAPTOUR analiza, con una mirada amplia, la adaptabilidad de los destinos turísticos en un contexto de emergencia y de crisis climática, social y económica. “Una de las líneas es la movilidad, y analizamos las pautas de los turistas. Su movilidad es más intensa que la de los locales, por lo tanto es muy importante”, recuerda Gutiérrez. A partir de aquí las administraciones, sobre todo las locales, tienen que gestionar la movilidad teniendo en cuenta el aumento considerable en determinados momentos del año: “Hay que poner límites, pero también planificar y regular.”
Los cruceristas, por ejemplo, analizados en el estudio, son un colectivo que tiene una visita corta pero durante la cual quieren ver muchas cosas. Por lo tanto el impacto y la visibilidad es alta, puesto que van a los hotspots (los puntos más atractivos) que quedan colapsados durante un rato. Por lo tanto es importante tener en cuenta como se mueven, según considera Aaron Gutiérrez.
VISITMOB, por su parte, es un proyecto centrado exclusivamente en analizar la movilidad de los turistas en Barcelona y su impacto en la movilidad de los residentes. Cofinanciado por el Ayuntamiento de Barcelona y la Fundación la Caixa, la novedad del proyecto es que también se tiene en cuenta la movilidad de los visitantes de un día, ya sean extranjeros alojados en localidades de la costa o catalanes que pasan el día en la capital. “Estos dos colectivos se han estudiando muy poco”, recuerda Gutiérrez.
Casi 4.000 encuestas entre todos estos visitantes de diferentes tipologías dibujaron las pautas de esta gran población flotante, y partir de aquí se analizó como influye en la calidad de vida y la movilidad de los locales: “Detectamos masificación en determinados espacios públicos y congestión de servicios, sobre todo del transporte público. Y, como era esperable, detectamos la percepción negativa del turismo en los barrios más visitados y, como suele pasar, que los ciudadanos en situación más precaria son los más perjudicados por los problemas de movilidad.»
Una vez más, la receta es clara: plantear estrategias de movilidad, consensuadas con todos los agentes, en que la de los turistas se integre totalmente en la de los locales. Según Aaron Gutiérrez, “a Cataluña le hace falta un plan de movilidad turística de forma urgente, entendiendo el papel que juega el turismo y que es inseparable del resto de actividades del territorio, hacerlo de manera integral”.
Hacia la sostenibilidad
En este sentido, Russo también tiene claro que la política del turismo tiene que estar muy vinculada a la política social, de la vivienda, de la movilidad… Teniéndolo todo en cuenta en su conjunto se puede planificar una ciudad resiliente, inclusiva para los ciudadanos. “Si se piensa en el turismo solo como un factor de crecimiento económico todos estos enlaces se pierden”, afirma Russo, que considera que se tiene que poner sobre la mesa el decrecimiento turístico como opción: “No se tiene que crecer necesariamente. Se puede innovar, mejorar la productividad, la competitividad, ser más sostenibles ambientalmente y socialmente… Que haya más especialización y calidad en los puestos de trabajo turísticos, demasiado precarizados; que la población local se beneficie del turismo con un retorno, como por ejemplo un mejor mantenimiento de los espacios y más servicios también para ellos; que haya más complementariedad con la cultura y la educación…”
De hecho, esta retahíla de ideas apuntadas por Antonio Paolo Russo ya hace tiempo que se materializan, en la URV. Por ejemplo, dos investigadores del mismo grupo GRATET, Marta Nel·lo y Alba Font, han impulsado iniciativas alrededor del turismo de bienestar y de las áreas naturales y los caminos de ronda como aliados de un turismo sostenible, y trabajan en el proyecto Bases para un modelo de turismo accesible e inclusivo en el ámbito territorial del GALP Costa Daurada, que tiene por objetivo contribuir al desarrollo de la economía azul, la vinculada al mar (turismo, pesca…), desde un punto de vista sostenible e inclusivo. Quién impulsa este proyecto es ICLEAT (International Center for Lifelong Learning Tourism), un centro de formación e investigación de la Fundación URV, creado estos últimos años, que responde a las necesidades de un sector turístico en cambio constante y que pretende dar herramientas a los profesionales del sector para hacer del turismo una actividad más sostenible, inclusiva y de calidad.
“El sector evoluciona y se tiene que adaptar a una serie de cambios: legales, de sostenibilidad, relacionados con el cambio climático, de responsabilidad social…”, explica Marta Nel·lo, que es la directora. Ella también dirige la Cátedra de Innovación e investigación Turística Salou-Costa Dorada, con la misma filosofía, puesto que trabaja para consolidar el destino como referente en turismo innovador, sostenible, accesible, inteligente y en cooperación con todos los agentes del territorio. Todas ellas, iniciativas para hacer que el turismo sea una actividad menos invasiva y con menos impacto y, sobre todo, esté en equilibrio con el territorio y la gente que lo habita.




