El Aprendizaje Servicio es una propuesta educativa de la URV, pionera y referente, que facilita que el estudiantado realice sus trabajos y proyectos académicos tomando como objetos de estudio necesidades reales de las entidades sociales
“El trabajo que hacen las entidades sociales no tiene precio.” La frase resonaba hacía tiempo dentro de las paredes del Club Social la Muralla de Tarragona. Necesitaban ir más allá del tópico bienintencionado y contabilizar monetariamente el impacto de su tarea alrededor de la reinserción social de las personas con problemas de salud mental, para reivindicar su papel clave dentro de la sociedad y el ahorro de recursos que supone. Paralelamente, William Alomoto buscaba una entidad como caso de estudio para su tesis dentro del programa de doctorado en Economía y Empresa de la URV, basada, precisamente, en evaluar el retorno de las inversiones públicas a entidades sociales. Las piezas encajaban, pero hacía falta que alguien las pusiera en contacto. “Me enteré de la existencia del Programa de Aprendizaje Servicio de la URV, fui al Mercado de Proyectos Sociales que organizan cada año y allá conocí la gente de la Muralla y sus necesidades. Y todo cuadró”, explica Alomoto.
El Programa de Aprendizaje Servicio (APS) es una propuesta educativa, en que la Universitat Rovira i Virgili es pionera y referente desde que lo aplica hace más de una década, que combina procesos de aprendizaje con servicios a la comunidad a través de entidades sociales. El objetivo es formar de manera integral profesionales socialmente responsables, puesto que junto con la asimilación de contenidos, competencias y habilidades propias de cada titulación por parte del estudiante, se desarrolla su compromiso cívico y social con el territorio.

«Es una iniciativa que transforma verdaderamente la sociedad”
Ndaye Rokhaya, que explicó su proyecto sobre regulación de los menores no acompañados durante el último Mercado de Proyectos Sociales, tiene claro, gracias al Aprendizaje Social, que en su futuro profesional quiere continuar asesorando sobre leyes para hacer una sociedad más justa.
Por lo tanto, se trata que estudiantes de la URV realicen las prácticas de asignaturas, trabajos de fin de grado y de máster y tesis doctorales tomando como objeto de estudio necesidades reales de las entidades sociales que colaboran con el programa. Así, el estudiante se forma y la entidad desarrolla proyectos con repercusión social. William Alomoto y la Muralla, por ejemplo, enseguida se pusieron de acuerdo y se pusieron manos a la obra. El doctorando, después de hacer más de un centenar de encuestas y entrevistas, de analizar sobre el terreno las actividades de la entidad y de asignar un valor monetario a sus beneficios sociales utilizando la metodología SROI (Social Return on Investment), determinó que por cada euro de inversión, la Generalitat se ahorra doce. “Las personas que asisten al club llevan una vida más saludable, haciendo deporte y otras actividades, de forma que van menos al médico, tienen menos recaídas y, además, se les bajan las dosis de los medicamentos que toman, disminuyendo por lo tanto los gastos de la Seguridad Social”, asegura William Alomoto, graduado en Economía en su país, Ecuador, y que en la URV, además de la tesis doctoral, ha cursado el máster en Emprendimiento e Innovación.

Desde el Club Social la Muralla están encantados con el trabajo de Alomoto y los resultados de la tesis, publicados en la revista científica Social Enterprise Journal, les son muy útiles. Su coordinadora, Paula Ulloa, explica que han presentado el informe a la Generalitat y a Salud Mental Catalunya, la federación que agrupa las entidades del sector, para que vean que el dinero que se destina no se malbarata, ni mucho menos. Ulloa admite que a menudo se sienten infravalorados, y que traducir sus frutos en dinero, a pesar de la frialdad que implica, demuestra la profesionalidad y los legitima a la hora de pedir más recursos. Ya hace unos años que la Muralla participa en el Programa de Aprendizaje Servicio de la URV (también les han digitalizado una guía de recursos y les han hecho un estudio de mercado sobre la posibilidad de abrir otro centro en la ciudad) y no duda que continuarán colaborando. “Estamos muy contentos de formar parte, nos es de gran utilidad”, concluye Ulloa.
William Alomoto ha puesto valor monetario al trabajo del Club Social la Muralla para reivindicar la tarea y para que tengan argumentos para pedir más recursos
Como hace años que el programa funciona en la URV, que fue la primera universidad del estado en regularlo, el 2012, muchas entidades sociales del territorio lo conocen y envían propuestas a la Oficina de Igualdad y Compromís Social, desde donde se gestiona. Después de comprobar que la entidad cumple con los requisitos del programa (que sea sin ánimo de lucro, que no haya competencia desleal…) y que el proyecto encaja académicamente con la oferta de la URV, se incluye en el Catálogo Digital de Proyectos APS, donde cada año hay alrededor de un centenar de propuestas y que el estudiantado y el profesorado pueden consultar. Ya hace semanas que tienen disponible el correspondiente al curso 2025/26. A veces es la misma Universidad la que contacta con entidades que potencialmente encajan con la iniciativa y que pueden hacer la oferta más rica y variada, y se exploran vías de colaboración.
Además del catálogo, cada primavera se celebra el Mercado de Proyectos Sociales, en que se fomenta el contacto directo entre todas las partes implicadas. Las entidades exponen sus necesidades en forma de proyectos, el profesorado comprueba cuáles pueden integrar las prácticas de las asignaturas y el estudiantado busca inspiración para los trabajos a desarrollar en el marco de sus titulaciones. Además, estudiantes y entidades que ya han participado en el programa explican su experiencia.
Hace dos años, Ndaye Rokhaya asistió al mercado, pero no acabó de encontrar lo que buscaba. Estudiante del doble grado en Derecho y Relaciones Laborales y Ocupación, estaba interesada para su TFG del curso siguiente en la regularización de los menores extranjeros no acompañados (MENA). “Fui sobre todo para informarme sobre el APS y ver las necesidades de las entidades y sus proyectos. Fue útil e interesante, pero no había ningua que trabajara específicamente mi tema”, explica Ndaye. Esto, pero, no fue ningún problema para el área de Aprendizaje Servicio, que cuando escuchó las necesidades de la estudiante se puso en contacto con dos CRAE (Centros Residenciales de Acción Educativa), que son las instituciones concertadas que acogen y asisten estos menores. Y, precisamente, buscaban quién los asesorara jurídicamente.
Las piezas, una vez más, encajaban, y Ndaye Rokhaya empezó a trabajar en su TFG y a satisfacer las necesidades del CRAE la Pastoreta y el CRAE Codina, de Reus, que querían saber cual era exactamente su papel en el proceso de regularización de los menores no acompañados. “Ellos tienen muy clara su función social práctica, la de ayudar a los chicos y chicas en todo lo necesario en la transición hacia la vida adulta, pero no tanto el contexto jurídico”, admite Rokhaya, que enseguida comprobó que la ley es compleja, densa y difícil de interpretar. A pesar de esto, la investigación le permitió constatar que los CRAE tienen un papel clave en el proceso de regularización de los menores no acompañados, y así pudo definir qué trámites tienen que hacer y bajo qué parámetros tienen que contactar con la Generalitat y la DGAIA para que terminen el proceso. “Clarificar las cosas sirvió, de rebote, para comprobar que los CRAE no tienen recursos suficientes para desarrollar estas tareas”, afirma.

Así, los CRAE cuentan ahora con una guía detallada y ordenada de los pasos a seguir en estos procesos, mientras que Ndaye Rokhaya tiene más claro, después de esta experiencia, hacia donde quiere encaminar su futuro profesional. De entrada, para el TFM del máster en Abogacía y Procura que hará el año que viene utilizará también el APS. “Me encanta saber que mi trabajo tiene un impacto real”, afirma. Y, más allá, la práctica le ha servido para confirmar que hay mucho trabajo a hacer en el asesoramiento jurídico y legal a entidades sociales, a población inmigrada… Apasionada por el derecho internacional privado, tiene ganas de continuar investigando alrededor de las leyes para contribuir a transformar la sociedad para hacerla más justa.
Asignaturas con función social
Pero también hay asignaturas que tienen prácticas que se realizan a través de la APS. Es el caso de “Trabajo social y diversidad funcional”, del grado en Trabajo Social. Tal y como afirma su coordinadora, Neus Cárdenas, la asignatura encaja a la perfección con la filosofía del programa, y por eso ya hace unos cuántos años que van de la mano. Este curso, por ejemplo, han colaborado con el Instituto Narcís Oller de Valls, donde tienen un itinerario formativo específico (IFE) para alumnos con discapacidad intelectual, y con la Fundación ECOM, que trabaja para la inserción laboral de personas con discapacidad física. El estudiantado de la asignatura ha elaborado un informe, para que lo utilicen las dos entidades, que tiene por objetivo convencer empresas y entidades del territorio de la idoneidad de contratar personas con esta diversidad funcional.

«Se apela a la responsabilidad social corporativa de las empresas, y se dejan claras las ventajas de estas contrataciones, también por las aptitudes de estos futuros trabajadores”, asegura Neus Cárdenas, que explica que, como ejercicio final, las estudiantes presentan el informe a las empresas -este curso han sido Decathlon y la Federación de Empresas de Hosteleria y Turismo de Tarragona (FEHT)-, con la presencia también de las técnicas de las entidades. “Funciona muy bien, puesto que son unas cuántas las empresas y asociaciones de referencia que han recibido estos informes, como por ejemplo la AEQT o PIMEC. Desde la facultad buscamos las posibles empresas, coordinándonos con las entidades. Nos lleva mucho trabajo, pero es muy gratificante”, afirma Neus Cárdenas, según la cual la URV, a través del APS, hace de puente entre las entidades y sus usuarios, y el mundo laboral. “Y también se hace red, con muchos intercambios de contactos, y se rompen barreras y prejuicios y se transforman las miradas”, añade.
También se encuentra dentro del programa “Habilitados comunicativas”, una asignatura compartida por varias titulaciones de la Facultad de Ciencias de la Educación y Psicología, entre las cuales el grado en Educación Social. Un grupo de estudiantes recibieron el encargo de ayudar el Grupo de Estudio y Protección de los Ecosistemas Catalanes (GEPEC) a divulgar sus acciones para conservar un pequeño anfibio. El resultado, diferentes piezas informativas en que se pone en valor y se transmite a la sociedad el trabajo de la entidad ecologista.
Una de las características del APS de la URV, y que lo hace singular y especialmente referente, es la transversalidad, puesto que desde sus inicios han sido incluidos todos los ámbitos del conocimiento. Esta característica, y la larga trayectoria, hacen que las cifras sean importantes: cerca de un millar de proyectos, más de 6.000 estudiantes y más de 500 entidades han pasado hasta ahora por el programa. Por eso muchas universidades que han ido incorporando esta metodología se inspiran en la URV, y la técnica del programa, Avril Lombardi, ha hecho unas cuántas formaciones, tanto específicas como más genéricas, en todo el estado y también en el resto de Europa. La URV también es pionera en la celebración del Mercado de Proyectos Sociales, que refleja la transversalidad e interdisciplinariedad de la iniciativa, y en la confección de un catálogo tan extenso y completo.
No es extraño, por lo tanto, que Pau Solé Boncompte, cuando buscaba ideas para el trabajo de final del grado en Ingeniería de Sistemas y Servicios de Telecomunicaciones, encontrara enseguida el proyecto ideal. Interesado en la domótica, conoció el APS gracias a sus profesores y, dentro del catálogo, descubrió que Aprodisca, una entidad que trabaja para la inserción social de personas con discapacidad intelectual y gestiona pisos tutelados, necesitaba soluciones tecnológicas para mejorar la autonomía de las personas que los habitan. Así, Pau Solé les confeccionó una completa propuesta con diecisiete aplicaciones, algunas de las cuales puso en práctica: sensores para controlar si por las noches los usuarios van al lavabo o a la nevera, para cualquier incidencia que se pueda prevenir; interruptores de emergencia conectados a los móviles de las cuidadoras por si los usuarios con más problemas de movilidad se tienen que levantar o sufren alguna caída durante la noche; una aplicación de móvil, muy visual, para informar a los usuarios de la ropa que se tienen que poner en función del tiempo, e incluso un sistema para cambiar el color la iluminación para incidir en el estado emocional y anímico de los usuarios.
«Es muy gratificante que los trabajos no se queden en el escritorio y, además, sean de gran ayuda para personas que lo necesitan”, afirma Pau Solé
Son aplicaciones sencillas, pero muy funcionales”, asegura Solé. “Y baratas”, añade Lidia Campàs, responsable de Aprodisca, consciente que en una entidad sin ánimo de lucro como la suya los gastos no se pueden disparar. Campàs explica que las aplicaciones les son de gran utilidad y que no solo las tienen instaladas en el piso de la Selva del Camp donde Pau Solé realizó la práctica, sino también en el que gestionan en Montblanc. Es la primera experiencia de Aprodisca con el programa del APS (lo conocieron a través de la red de servicios de salud mental), pero no será la última, puesto que la valoración es más que positiva. De hecho, este curso han trabajado con un estudiante de Pedagogía en un proyecto sobre accesibilidad y orientación.
“Ha sido una gran experiencia profesional, y también personal. Es muy gratificante que los trabajos no se queden en el escritorio y, además, sean de gran ayuda para personas que lo necesitan”, afirma Pau Solé. La incidencia de los proyectos sobre la sociedad, y que todo el proceso, desde el inicio hasta el final, sea real, es, según Ndaye Rokhaya, muy enriquecedor y les permite dejar la universidad “mucho más preparadas”. Así, los beneficios para los estudiantes y, sobre todo, para las entidades, hacen posible que el APS sea, tal y como afirma Rokhaya, “un programa que transforma verdaderamente la sociedad”. Un programa, a menos que William Alomoto diga el contrario, que no tiene precio.




