Notas de prensa 31/03/2020

«Hay que priorizar a los pacientes en función de si su estado es reversible pero el abandono no tiene lugar»

La decana de la Facultad de Enfermería, María Jiménez, explica la importancia de la justicia distributiva en el triaje y pide la protección de la salud mental de los profesionales sanitarios ante las decisiones de naturaleza ética que deben tomar

Los profesionales de las emergencias, urgencias, cuidados intensivos y servicios donde se atiende a los enfermos críticos son los que están en contacto más directo con los pacientes más inestables. Estos profesionales de la salud a menudo tienen que tomar decisiones que no son fáciles y que la emergencia del momento agrava, y cuando los recursos sanitarios son menos de los que un número elevado de pacientes necesita, como es el caso actual, se plantean cuestiones éticas que deben resolver. Esta toma de decisiones puede derivar en lo que se denomina estrés moral, causado por las restricciones que impiden llevar a cabo lo que harían en un contexto de normalidad.

En una crisis como la actual «pasamos de la ética de la práctica asistencial cotidiana a un escenario donde los parámetros a tener en cuenta son mucho más amplios y la perspectiva es macroética», apunta la decana de la Facultad de Enfermería, María Jiménez, investigadora especialista en el ámbito de la ética del cuidado, la bioética y asistencia en urgencias y emergencias. Por eso, las decisiones que se toman «deben ser consensuadas, con unos criterios científico-técnicos y éticos y bajo el paraguas de protocolos, que ayudan a los profesionales a tomar decisiones haciendo equilibrios entre los recursos y la humanización del cuidado».

Un triaje basado en la justicia distributiva

Por ello, la Sociedad Española de Medicina Intensiva, Crítica y Unidades Coronarias, entre otras, que reúne a los profesionales que trabajan en este ámbito, ha publicado un protocolo relacionado con aspectos éticos en la toma de decisiones que guía las actuaciones de los sanitarios en los hospitales durante la crisis por la COVID-19. Este documento indica que es lícito establecer un triaje de ingreso entre los pacientes, basado en el principio de justicia distributiva, y añade que los criterios se deben revaluar diariamente para que los protocolos no se apliquen de forma mecánica, sino que la toma de decisiones debe ser justa y transparente.

Jiménez explica que el concepto de «triaje» se ha malentendido por parte de la opinión pública, debido a la desinformación y del uso inadecuado e inapropiado del lenguaje bélico en los medios y por parte de responsables públicos: «Esto no es una guerra, sino un problema de salud pública donde los recursos se han visto sobrepasados ​​por la demanda», indica. Por este motivo, es esencial tener en cuenta que la priorización de los pacientes se hace en base a la «justicia distributiva», es decir a la proporcionalidad del tratamiento si el beneficio sobre el paciente es grande y esperable y si su estado tiene posibilidades de ser reversible.

“Nadie debería morir solo”

En caso contrario, es necesario dispensar medidas paliativas «pero el abandono no debe tener lugar», afirma Jiménez. Y recuerda que «haya o no emergencia, por encima de todo está el deber de cuidar, que en este momento se puede ver vulnerado. Pero es prioritario, desde la ética del cuidado, que nadie muera solo». Así, pone como ejemplo de buena práctica la iniciativa de los hospitales que dejan confinar un familiar con una persona que está al final de su vida en la habitación del hospital.

Cómo afecta a la salud mental de los sanitarios

Además de la de los enfermos y familiares, «la salud mental de los profesionales sanitarios debe cuidarse especialmente para que no tengan estrés moral y que esto derive más adelante en burn out, es decir, desencanto, frustración o problemas de salud mental inducidos por situaciones que pueden lesionar a los profesionales», apunta María Jiménez. Esto ocurre, en primer lugar, por el incremento del número de decisiones de naturaleza ética que deben tomar en entornos muy complejos de incertidumbre, y, en segundo lugar, porque «estamos entrenados para acompañar a las personas en situaciones graves y hacer esfuerzos para preservar su vida, pero en entornos mucho más controlados. En cambio, en este momento hay que adecuar los tratamientos a las evidencias científicas que indican qué es y qué no es útil para las personas».

Se trata, pues, que los centros y el sistema sanitario «cuide a todos los profesionales, y con cuidado extremo a nuestros estudiantes de Enfermería y Medicina, que están colaborando en estas tareas con ilusión y vocación de ayuda, evitando al máximo ponerlos en riesgo porque son nuestro futuro», aconseja Jiménez.

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