18/11/2025
Diagnostican el síndrome de Crouzon a un caballero de Calatrava, muerto en batalla hace más de 600 años
Un equipo investigador liderado por la URV ha estudiado unos restos únicos en el ámbito de la arqueología: un individuo adulto con craneosinostosis, una deformación craneal congénita severa, que vivió en el castillo de Zorita de los Canes entre los siglos XII y XV

Un equipo investigador liderado por la URV ha estudiado unos restos únicos en el ámbito de la arqueología: un individuo adulto con craneosinostosis, una deformación craneal congénita severa, que vivió en el castillo de Zorita de los Canes entre los siglos XII y XV
Era una jornada de excavación rutinaria en el castillo de Zorita de los Canes (Guadalajara). Un equipo investigador de ArchaeoSpain estaba trabajando en el Corral de los Condes, donde hay enterrados algunos caballeros de la Orden de Calatrava, cuando se toparon con unos restos humanos muy especiales: acompañando un esqueleto adulto, aparentemente normal, había un cráneo extraordinariamente estrecho y alargado, de 23 centímetros de largo y sólo 12 de ancho. ¿Quién era este individuo y cómo sobrevivió hasta la edad adulta? ¿A qué se debe una deformación craneal tan severa? ¿Cuál era su papel en la Orden de Calatrava? Para responder estas preguntas, enviaron el esqueleto al laboratorio de Carme Rissech, investigadora del Departamento de Ciencias Médicas Básicas de la URV.

«Siempre soy muy incrédula, como Santo Tomás», dice Rissech, recordando el momento en que le dijeron que le enviaban los huesos de los caballeros de Calatrava. Con el fin de determinar la identidad de los individuos, la investigadora hace un estudio morfológico. Primero toma medidas de los restos y determina su sexo. Explica que «sólo mirando el cráneo puedes saber si se trata de un individuo masculino o femenino», pero también que «el coxal, la pelvis y el canal de parto son determinantes para determinar su sexo». Después se fija en los marcadores de estrés y de edad, que son las marcas que la actividad física y el proceso de envejecimiento dejan en el esqueleto. Estos indicadores grabados en los huesos dan a los investigadores pistas sobre la profesión y/o el estilo de vida que llevaban los individuos y una estimación de su edad en el momento de la muerte. Finalmente, Rissech revisa el esqueleto buscando indicios sobre las causas de la muerte: lesiones penetrantes, laceraciones, contusiones, etc.

Un caballero muerto en batalla
El estudio morfológico concluye que los restos pertenecen a un hombre que tenía cerca de cincuenta años en el momento de su muerte, entre los siglos XII y XV. Rissech ha identificado marcas de estrés físico que permiten afirmar que, «muy probablemente», era un miembro de la Orden de Calatrava: «Las marcas de inserción del músculo deltoides y del bíceps del brazo derecho son iguales que las que presentan los huesos de otros caballeros». Esta información es consistente con otros indicadores de estrés presentes en los restos compatibles con montar a caballo de forma regular, como una mayor rugosidad en la línea asombrosa —situada en la parte anterior del fémur— o unos bordes más marcados de los acetábulos —parte de la pelvis que aloja la articulación del fémur.
Pero lo que hace que Rissech pueda afirmarlo con confianza son las lesiones que presenta el esqueleto: una herida hecha con un objeto penetrante en la sien —punto de unión del esfenoide, el frontal, el temporal y el parietal del cráneo—; otra herida penetrante en la nuca —hueso occipital—; y una gran contusión en la tibia izquierda, que presenta fracturas concéntricas muy características de este tipo de impactos. «Son lesiones muy comunes en restos de guerreros medievales muertos en batalla, diferentes de las que encontramos en individuos muertos en sitios. Las de los primeros se encuentran en diferentes partes del cuerpo, mientras que las últimas suelen afectar sólo al cráneo. Estas lesiones se produjeron cuando el hueso era fresco y no presentan signos de cicatrización; esto nos hace pensar que, muy probablemente, le causaron la muerte», puntualiza la investigadora.

Un caso único en arqueología
¿Y el cráneo? Pues, después de estudiarlo en detalle, Rissech revela que se trata de un caso muy severo de craneosinostosis, una condición por la cual un se nace con una o más suturas craneales fusionadas, impidiendo el crecimiento y desarrollo normal del cráneo. Es por ello que, según la investigadora, es extraordinario que este individuo llegara a la edad adulta: «Es la primera vez que encontramos un caso como este; hay identificados restos de niños con esta condición, pero no adultos, y menos aún caballeros; es algo único y excepcional».
El cráneo —que mide 23 centímetros de largo por 12 de ancho— presenta una gran afectación en la zona de la mandíbula que debió impedir gran parte de la movilidad. Esta hipótesis es consistente con la cantidad de placa dental —conocida popularmente como sarro— que presenta. Todo ello podría estar relacionado con la falta de piezas dentales en la parte derecha de la boca: «No lo podemos demostrar, pero creemos que podrían haberlas extraído por posibilitar o facilitar la alimentación», conjetura la investigadora.

Conociendo todos estos detalles, el equipo investigador se ha aventurado a diagnosticar qué síndrome le provocó craneosinostosis. Para ello, llevaron a cabo un diagnóstico diferencial, un proceso clínico que permite a los médicos distinguir entre dos o más enfermedades con síntomas similares, descartando aquellas condiciones que saben seguro que el individuo no sufría hasta encontrar la única compatible. En este caso, han podido descartar síndromes que implican deformaciones en otras partes del esqueleto o una baja esperanza de vida hasta llegar al diagnóstico más probable: el síndrome de Crouzon, una enfermedad rara de origen genético que causa craneosinostosis sindrómica.
Más allá de las pruebas, para Carme Rissech, esta conclusión tiene mucho sentido: «En la mayoría de los casos el síndrome de Crouzon no implica afectaciones cognitivas graves, y no afecta a la esperanza de vida». Según la investigadora, para formar parte de la Orden de Calatrava, este caballero debía ser funcional y contribuir a la comunidad, aunque podría ser que hubiera necesitado ayuda para llevar a cabo algunas tareas, como alimentarse. A pesar de las dificultades que pudiera tener, las pruebas sostienen que este caballero montaba a caballo y esgrimía una espada y que, cuando fue el momento de entrar en batalla, lo hizo como sus hermanos.
Referencia: Rissech, C., Creo, O., Revuelta, B., Cobo, S., Urbina, D., Urquijo, C., Banks, P., & Lloveras, L. (2025). An Ultradolichocephaly in a Knight of the Order of Calatrava from the Castle of Zorita de los Canes (Guadalajara, Spain) Dated Between the 13th and 15th Centuries. Heritage, 8(10), 414. https://doi.org/10.3390/heritage8100414
