25/02/2022 Opinión
Josep Maria Arauzo-Carod, catedrático del Departamento de Economía y director del Centro de Investigación en Economía y Sostenibilidad de la URV (ECO-SOS)
Rusia invade Ucrania y los mercados tiemblan
En momentos de elevada incertidumbre política, institucional o militar, los precios se comportan con una elevada volatilidad (a menudo al alza) y las bolsas se hunden, tal y como ha ocurrido en las últimas horas a raíz del conflicto entre Rusia y Ucrania
En momentos de elevada incertidumbre política, institucional o militar, los precios se comportan con una elevada volatilidad (a menudo al alza) y las bolsas se hunden, tal y como ha ocurrido en las últimas horas a raíz del conflicto entre Rusia y Ucrania
Cuando hablamos de los factores que determinan la evolución de los precios de los bienes y servicios en cualquier economía, se debe decir que estos son extremadamente sensibles a la estabilidad institucional imperante en cada momento. Esto significa que, en momentos de elevada incertidumbre política, institucional o militar, los precios se comportan con una elevada volatilidad (a menudo al alza) y las bolsas se hunden, tal y como ha ocurrido en las últimas horas.
Ahora mismo estamos en uno de esos momentos. La invasión de Ucrania por parte de tropas rusas ha desatado todo un conjunto de efectos en los mercados internacionales, no solamente en Europa sino en todo el mundo. Así, nada más llegar las primeras noticias de la entrada de tropas rusas en territorio ucraniano, el precio del gas en Europa subía cerca de un 40%, situándose cerca de los máximos históricos de finales de año, con el consecuente efecto sobre el precio de la luz en el mercado mayorista, que notaremos todos desde ahora mismo. En este sentido, cabe recordar que cerca del 40 % del gas que consumimos en la UE proviene de Rusia a través del gasoducto de Ucrania, una infraestructura que no es inverosímil pensar que pueda ser cerrada, saboteada o, simplemente, bombardeada. Aunque es cierto que estamos a finales del invierno y que todos los países tienen reservas, estas no son eternas y se terminan.
En cuanto al petróleo, el precio alcanzó 103 dólares por barril de Brent justo después de la invasión (a modo de ejemplo, en diciembre apenas estaba sobre los 70 dólares), una cifra que no se veía desde 2014, y las previsiones apuntan a los 125 dólares. Por tanto, de forma rápida, la subida de precio del gas, la electricidad y el petróleo llegará a los bolsillos de consumidores y empresas, arrastrando buena parte de los sectores y empujando al alza los precios de manera generalizada.
De este modo, los efectos van más allá de los precios de la energía y abarcan todo un conjunto de sectores, como los cereales (no hay que olvidar que Rusia y Ucrania son grandes productores y exportadores y que a la última se la conoce como el granero de Europa), cuya subida de los precios afectará a multitud de productos básicos como el pan o la pasta, fundamentales en la cesta de la compra de muchas familias. A modo de ejemplo, en un par de días el precio del trigo se ha disparado cerca de un 6%, y las previsiones indican que la escalada será mucho más importante.
Todo ello no ha hecho más que empezar, ya que al margen de lo que ocurra en Ucrania, las futuras sanciones a Rusia provocarán seguramente su salida del sistema de pagos internacionales (Swift) y, por extensión, el bloqueo comercial con la UE, Estados Unidos y las principales potencias mundiales, salvo China. Estas medidas, por tanto, supondrán cerrar el mercado ruso a las empresas catalanas, cuya necesidad será encontrar mercados alternativos donde colocar sus productos y, de forma simétrica, olvidarse del mercado turístico ruso en la temporada turística de este verano.
En resumen, la inestabilidad que provoca un conflicto como este genera unos efectos perversos que van mucho más allá de los dos países directamente implicados, aunque estos sean los que padezcan de forma más intensa sus efectos con las pérdidas humanas y materiales. A escala global, las consecuencias que se vislumbran en forma de rotura de las cadenas de suministro, subida de precios y restricción de inversiones no solo no han hecho más que empezar, sino que su final es incierto. Vienen tiempos difíciles para Europa.