06/06/2024

Una iniciativa pionera para cambiar la vida a estudiantes extutelados

El programa Amb-Èxit-Ed de la URV es el primero de una universidad catalana de ayuda a este colectivo, que valora el apoyo económico y, sobre todo, el acompañamiento y la información

De izquierda a derecha, Carme Garcia Yeste, Olga Sánchez i Laura Frau

“Ahora no me movería de aquí, tengo apoyo y a quién recorrer en caso de dudas. Me siento muy acompañada.” Estudiar en la Universitat Rovira i Virgili no entraba en los planes de Laura Frau, con ganas de cambiar de aires después del instituto, pero una charla informativa, poco antes de acabar el bachillerato, modificó su pensamiento. En una familia de acogida desde los 8 años, Laura forma parte del colectivo de tutelados y tuteladas a quien se dirigía aquella charla, impartida por las investigadoras del Departamento de Pedagogía de la URV Carme Garcia Yeste y Regina Gairal. Gracias a esa conferencia supo todo lo que le ofrece el programa Amb-Èxit-Ed, el primero de estas características que impulsa una universidad catalana, que recibe el apoyo del Departamento de Derechos Sociales de la Generalitat y que este curso 2023-24 se ha empezado a implantar de manera piloto.

El objetivo del programa es atraer a la universidad a los chicos y chicas tutelados, un colectivo al cual generalmente, a menudo por prejuicios, se lo mantiene alejado y poco informado de los estudios superiores. Además, una vez en la universidad, se les facilitan ayudas económicas, básicamente para comer en el campus y adquirir el material necesario para las prácticas, y se les informa de los trámites administrativos y de los servicios que les ofrece la universidad. Laura, uno de los cinco alumnos de primero de grado —oficialmente extutelados puesto que la tutela se acaba a los 18 años— que se han acogido al programa, está muy contenta de haber escogido finalmente la URV y de cómo le está yendo el primer curso de Pedagogía, pero sobre todo del apoyo que tiene y de saber que puede recurrir a alguien (el programa cuenta con profesorado referente para cada titulación) si tiene cualquier duda o problema. “Me mantienen informada y se preocupan por mí, pero sin estarme demasiado encima, que también se agradece”, afirma.

De hecho, Carme Garcia Yeste, promotora del programa inspirándose en uno de similar de la Universidad del País Vasco, valora de manera muy positiva el funcionamiento del curso piloto y destaca que, más allá de las becas concedidas, la clave es la información: “El problema principal es que el colectivo tutelado no sabe de qué ventajas dispone, como por ejemplo las plazas reservadas que tiene cada universidad pública (una por grado) o la gratuidad en las EOI. Cuando se aprueba alguna nueva ley, cuesta que las personas a quienes va dirigida se enteren. Y después hay muchas dudas en los trámites, que no son fáciles, en los requerimientos de las becas… Y que no se encuentren, por ejemplo, con  lo que le pasó a Olga.”

Olga Sánchez, que vive con una familia de acogida desde muy pequeña, no ha podido entrar en el programa puesto que estudia en la Universidad (cursa segundo ), pero fue clave en la elaboración. Como apunta Garcia Yeste, sufrió en la propia piel esta carencia de información que el programa quiere paliar. “Yo estudio Fisioterapia, y me matriculé a primero en la EUSES, el centro privado de Tortosa adscrito a la URV, porque no sabía que, como tutelada, contaba con una plaza en la universidad pública”, lamenta, y añade que el segundo curso sí que lo ha podido hacer en la URV gracias a las gestiones y la implicación del personal.

Una ayuda imprescindible

Así, la experiencia de Olga y otros chicos y chicas fue clave para identificar las necesidades de los tutelados y ayudar Carme Garcia Yeste y Regina Gairal a diseñar el programa. “Se trataba que nos dijeran con que los habría gustado contar cuando entraron en la universidad. Por ejemplo, todo el mundo coincidió que la beca comedor es básica. Así, pues, el programa nace sobre todo de sus propuestas, puesto que son quienes mejor conocen la realidad del colectivo”, añade Garcia Yeste. Además, Olga participa en las charlas informativas y ayuda en algunos trámites, como en la solicitud de becas, tema en que asegura que es toda una experta. “Si mi experiencia sirve para que otras personas puedan entrar en la universidad de manera asequible, fantástico. La universidad no es fácil para nadie, pero como mínimo que el colectivo tutelado no sufra más obstáculos que el resto, que dispongan de las mismas oportunidades”, sentencia Olga.

En definitiva, son circunstancias como las que ha tenido Laura Frau, que le han permitido disfrutar de la vida universitaria y del grado en Pedagogía en su camino hacia la educación social. Es una vocación que se le ha ido desarrollando porque, por su situación, ha conocido de muy cerca esta profesión y la valora como nadie por su importancia: “Es un trabajo imprescindible.” Laura, cuando hizo los 18 años, prefirió continuar con la familia de acogida, puesto que estaba muy bien y no quería quedarse sola. “Pero me lo pago todo, la compra, la ropa, el carné de coche… con el préstamo que recibimos los que dejamos de ser tutelados”, puntualiza.

Laura Frau, en el CRAI del Campus Catalunya de la URV

Los 18 años es un momento crucial por este colectivo, porque tienen que tomar decisiones vitales. «En este punto, en que realmente todavía son muy jóvenes, se les plantea que tienen que volar solos, sobre todo los que han vivido en centros de acogida, y se les tienen que explicar tantas cosas, que a menudo no hay lugar para hablarles de la universidad, para no agobiarlos más. Y nosotros insistimos mucho a los responsables de estos centros de acogida que incorporen la universidad como una posibilidad más para ellos, y que desde el programa ya nos preocuparemos de ayudarlos. Si algo los puede cambiar la vida es la universidad”, afirma la coordinadora del programa. Laura, como Olga, cuentan con el apoyo clave de la familia de acogida, pero los que han estado siempre en centros y con 18 años van a pisos tutelados, necesitan más acompañamiento, puesto que están en un entorno poco propicio para estudiar. Para ellos, el programa de la URV tiene todavía más valor.

En cuanto a los prejuicios, Olga reivindica que no se les tiene que hacer creer que no valen para estudiar, tal como pasa a menudo: “Que provengamos de entornos complicados no quiere decir que no tengamos lugar en la universidad, que no se pueda apostar por nosotros.” Laura, por ejemplo, está más que satisfecha con el mundo que se le ha abierto y como las expectativas que tenía han sido superadas con creces. Tiene claro que más adelante se involucrará en el programa de mentoraje, también previsto en el plan, para ayudar los nuevos alumnos universitarios.

Carme Garcia Yeste ya piensa en el próximo curso después de cerrar el piloto con buena nota. De hecho, ya hicieron la charla informativa para el curso próximo a los chicos y chicas tutelados de los institutos del territorio, algunos de los cuales ya se han puesto en contacto con ellos, de manera que son optimistas para llenar las diez plazas previstas de primero en un programa que ya tiene presupuesto para los próximos cuatro años. Además, se preocupará que todos los extutelados y extuteladas que entran en la universidad estén al caso del programa, tanto los que lo han hecho por nota como los que ocupan las plazas reservadas. Pero si no se llenan todas las plazas, no hay ningún problema, puesto que el programa está pensado para ser flexible y adaptarse a los cambios que pueda haber, por ejemplo, si alguno de estos estudiantes quiere irse de Erasmus o más adelante tiene que hacer un máster profesionalizador. Además, los cinco estudiantes del curso piloto pasarán, si no hay ninguna novedad, a segundo.

El programa, por lo tanto, irá creciente, curso a curso, y ayudará a romper los muros con los que choca este colectivo para que tengan las mismas oportunidades que el resto de jóvenes. Cómo afirma Garcia Yeste, “no hay nada más normalizador que la educación”.

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