13/10/2020 Opinión

Martí Oliva, catedrático del Departamento de Economía de la Universitat Rovira i Virgili

La subasta que reduce la incertidumbre y la maldición del ganador

El Nobel de Economía del 2020 se ha otorgado a Paul R. Milgrom y a Robert B. Wilson por las mejoras en la teoría de subastas y por la invención de nuevos formatos de subastas en beneficio de vendedores, compradores y contribuyentes de todo el mundo

Las subastas tienen una larga historia, son un mecanismo muy antiguo de asignación de bienes. A pesar de ello sigue siendo un campo de atracción para la investigación teórica y aplicada. De hecho, en 1996 William Vicrey, que diseñó las subastas de segundo precio, ya consiguió el Nobel.

Para explicar un poco las aportaciones que les ha valido la distinción a Milgrom y Wilson conviene decir que hay dos tipos de valoraciones (valores privados y valores comunes) y cuatro formatos de subastas básicos, dos con pujas en sobre cerrado, primer precio (gana la puja más alta y paga el precio que ha ofrecido) y segundo precio (gana la puja más alta y paga la licitación que ha quedado en segundo lugar); orales (inglesa, al alza, como en las pinturas), y holandesa (a la baja, como en el pescado). En el caso de valores privados, cada licitador tiene una valoración independiente (como en las obras de arte), mientras que si el valor es común es el mismo para todo el mundo, como en el caso de las prospecciones petrolíferas, en que la valoración depende del precio de reventa del petróleo, aunque la información diferente de lo dispuesto en los licitadores genera diferentes licitaciones.

Los licitadores de las subastas con valores comunes corren el riesgo de que otros participantes tengan mejor información sobre el valor real. Esto conduce al conocido fenómeno de la maldición del ganador. Lo que gana la subasta de los terrenos con petróleo ha sobrestimado su valor hacia sus competidores, y esto quiere decir que puede perder en la transacción.

La mayoría de subastas, como las de valores, propiedades y derechos de extracción, tienen un componente de valor común importante, es decir, que una parte del valor es igual a todos los licitadores potenciales. En la práctica, los licitadores también tienen diferentes cantidades de información privada sobre las propiedades del objeto. Como hay bastante incertidumbre, el operador hará una licitación baja.

Para eludir el problema, para la primera subasta estadounidense del espectro radio-eléctrico y gestionar muchos licitadores, Milgrom y Wilson diseñaron un nuevo formato de subasta, la subasta de ronda múltiple simultánea (SMRA). Esta subasta ofrece simultáneamente todos los objetos (bandas de frecuencia de radio en diferentes áreas geográficas). Al empezar por precios bajos y permitir ofertas repetidas, la subasta reduce los problemas causados ​​por la incertidumbre y la maldición del ganador. Cuando el gobierno de los Estados Unidos utilizó una subasta de ronda múltiple simultánea por primera vez, en 1994, alcanzó un total de 617 millones de dólares, y se consideró un éxito. Muchos países europeos, como el Reino Unido, Alemania o Italia, han adoptado esquemas similares para sus subastas del espectro radio-eléctrico. Las ganancias de este sistema de subastas a escala global han sido bastante importantes.

El trabajo de Milgrom y Wilson muestra que la investigación teórica puede originar aplicaciones beneficiosas para el conjunto de la sociedad.

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