27/03/2020 Opinión

Carlota Moragas-Fernández i Arantxa Capdevila , investigadoras del Departamento de Estudios de Comunicación de la URV

Vencer al virus: el marco metafórico de la COVID-19 en el discurso político

Ante la situación de incertidumbre que genera la gestión de la COVID-19, las selecciones lingüísticas que hacen los actores para definir la situación toman gran relevancia, ya que configuran diferentes escenarios de futuro, así como diversas percepciones ciudadanas. Lo analizan las investigadoras del Departamento de Estudios de Comunicación Carlota Moragas y Arantxa Capdevila

  • En una esfera pública mediatizada como la actual, no podemos entender la política desvinculada de la comunicación. En relación con esto, autoras como María José Canel han señalado la importancia de fijarse en el discurso emitido por los actores políticos, en tanto que este es el que inspira las actuaciones llevadas a cabo respecto a las cuestiones que plantea. Esto nos lleva a pensar en la acción política como una acción comunicada y, como apuntábamos sobre estas líneas, nos invita a poner el foco sobre el discurso, entendido como algo que engloba texto -lo lingüístico, la parte observable de la interacción- y contexto -lo extralingüístico, que condiciona la producción del primero.

Desde una perspectiva Foucaultiana, el discurso es, pues, algo que va más allá del texto y que lo contempla como un sistema de pensamiento que se compone de ideas, actitudes, acciones, creencias y prácticas que construyen de forma sistemática los sujetos y los mundos de los que hablan. Y, como tal, ejerce poder, ya que induce a comportamientos y transmite ideología. En este sentido, el papel del lenguaje es clave a la hora de construir una determinada narrativa en torno a un tema considerado de interés para el público. Utilizar unas determinadas palabras puede responder no sólo a un criterio estilístico, sino también a la voluntad de poner énfasis sobre determinadas opiniones. Es por ello que resulta relevante centrar nuestra atención en el discurso político, porque, tal como afirma el investigador Jonathan Charteris-Black, es en el proceso en el que tomamos conciencia de la elección lingüística que llevan a cabo los actores políticos cuando nos damos cuenta de las opciones políticas que éstas implican.

Esto es especialmente relevante en el caso de la crisis de la COVID-19 ya que, como situación de riesgo, puede considerarse una cuestión susceptible de definición social, como un tema conflictivo que se configura en la esfera pública a través de la comunicación llevada a cabo por diferentes actores: expertos, políticos, medios de comunicación y ciudadanía. Así, la definición de la COVID-19 es una construcción conflictiva que se genera a partir de los datos aportados por los expertos y de la percepción subjetiva de cada una de las personas en un entorno de construcción social en el que, como sostiene Brian Wynne, intervienen los sesgos cognitivos, las interdependencias sociales y las adscripciones culturales. Además, no se debe perder de vista que cuando las personas evalúan un riesgo, hacen una evaluación implícita de las instituciones que lo promueven o gestionan y generan un juicio sobre la credibilidad o confianza que ésta les merece.

Ante la situación de incertidumbre que genera la gestión de la COVID-19, las selecciones lingüísticas que hacen los diversos actores para definir la situación toman una gran relevancia, ya que configuran diferentes escenarios de futuro, así como diversas percepciones ciudadanas. Entre estas selecciones lingüísticas ha llamado la atención el uso por parte de actores políticos e institucionales de vocabulario perteneciente al campo semántico de los conflictos bélicos para referirse la información sobre la pandemia. Tanto en la comparecencia del día 14 de marzo como en la del 21 de marzo, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, definía la crisis sanitaria como una «batalla contra el virus» y llamaba a mantener «la moral de victoria» y «derrotarlo «,»doblegarlo» y «combatirlo unidos». En sus palabras, el virus aparece como «enemigo único» que debe ser «combatido» en varios frentes: el sanitario, el de la administración y el del confinamiento. El confinamiento es la «estrategia» que debe llevar a «vencer» el virus. La privación de la libertad de movimientos de las personas es tachada de «sacrificio» para alcanzar esta «misión». Podemos ver, pues, como se recurre a otros dominios de conocimiento, como por ejemplo la religión, para desarrollar la narrativa del conflicto.

Se trata de un marco que también adoptaron Felipe VI en su discurso del 18 de marzo y el jefe del Estado Mayor de Defensa, el general Miguel Ángel Villarroya, en su comparecencia del 20 de marzo. En concreto, el jefe del Estado español empleó la metáfora bélica al plantear que hay que «hacer frente» y «combatir» al virus al que «venceremos». En su discurso, Felipe VI no pone tanto énfasis en el virus, sino en España y en los españoles que se tienen que enfrentar. En este sentido, afirma que España «no baja la guardia», porque es un pueblo que no se «rinde». Del mismo modo que el jefe del Gobierno, subraya que los españoles deben «luchar unidos» y deben «resistir”. Por otra parte, el general Villarroya optó por construir un escenario claro de guerra con expresiones como «tiempo de guerra»; «Guerra irregular y rara», y animando a que «todos nos comportamos como soldados».

La llamada a la unidad que se cierne en los discursos institucionales se materializaba también en la campaña que el día 15 de marzo aparecía en las portadas de la mayoría de publicaciones impresas del Estado y que llevaba por lema: «Este virus lo paramos unidos» . Se trata de un marco que, si bien también apela a la responsabilidad colectiva, lo hace desde el campo semántico del Camino / Movimiento y no desde el Conflicto / Guerra. Esto es importante porque implica una lectura diferente de la crisis sanitaria, más próxima a la realidad apuntada por los epidemiólogos, en tanto que hace referencia a la detención de la COVID-19 evitando el contagio, algo que sólo se puede hacer siguiendo las indicaciones dadas hasta la fecha: lo Paramos si te quedas en casa; cada vez que te lavas las manos; si Ayudas y haces caso a Nuestros profesionales; etc.

En el ámbito del análisis del discurso, diferentes estudios han demostrado que las metáforas pueden ser positivas o negativas en función del contexto en el que se insertan. Por ejemplo, en la investigación que hemos llevado a cabo conjuntamente con la investigadora Marta Montagut detectamos que las metáforas de movimiento suelen ser más inclusivas cuando se trata de presentar una causa política, pero, como afirma la profesora de la Universidad de Lancaster, Elena Semino, también las de conflicto pueden empoderar a los pacientes que se enfrentan a un cáncer. Y es aquí donde toma relevancia la lectura pragmática del discurso y la capacidad de la ciudadanía para reenmarcar el mensaje trasladado, en este caso, por las autoridades. Así lo demuestran las discrepancias que el eslogan «Este virus lo paramos unidos» suscitó entre determinadas comunidades en Twitter debido a que se interpretaba el mensaje en clave de nacionalismo banal y no como algo que apelaba a la necesidad de que la ciudadanía del Estado actuara de forma colectiva. Lo mismo ha ocurrido con el uso de la palabra «soldados» por parte del general Villarroya para referirse a la gente confinada a sus hogares.

Sin embargo, más allá de las discusiones encendidas en las redes sociales, el colega Ricardo M. Jiménez nos hace notar que la academia se ha fijado en esta cuestión y ha impulsado a través del hashtag #reframeCovid un debate para reenmarcar la crisis sanitaria discursivamente, con el ánimo de dejar de lado el marco bélico. Desde @LenguasY proponen, por ejemplo, «remar juntos» en lugar de «luchar» y la lingüista Inés Olza apuesta por «recuperar juntos espacios de salud» en vez de «vencer juntos al enemigo». Y es que, tal como explica Toni Gomila a Acorar, «las palabras dicen quiénes somos, cómo vivimos, qué valoramos y qué menospreciamos […] Y si cambiamos de palabras, cambiamos de mundo.» A nosotros y a nuestros líderes nos corresponde elegir de qué manera queremos entender y superar lo que quedará en nuestra memoria como la crisis de la COVID-19.

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