29/05/2017 Entrevista

Octavi Vilà, abad de Poblet

«Desde el punto de vista histórico, el periodo que vivimos es apasionante»

Estudiante, y estudioso, incansable se licenció en Geografía e Historia por la UB en los centros universitarios de Tarragona en el 1984.

¿Cuál es su misión como abad de Poblet?

Mi misión, como define la regla de San Benito, que es el texto que nos rige desde hace siglos, es hacer la función de Cristo dentro de la comunidad, pero en el fondo no dejo de ser un monje más entre los demás. Aparte de eso, el monasterio de Poblet es un lugar emblemático culturalmente, históricamente y socialmente, además de un punto importante turístico, Patrimonio de la Humanidad, con una proyección externa que implica una serie de relaciones con la sociedad, las instituciones políticas, culturales, sociales e, incluso, a veces, deportivas.

¿La suya fue una vocación tardía?

Entré en el monasterio a los cuarenta y tres años y, ciertamente, en aquel momento tenía esa sensación, pero posteriormente muchos compañeros han entrado con más años. Debe ser un reflejo de las tendencias sociales, que a la gente le cueste más escoger una opción definitiva y lo hace una vez tiene una edad avanzada. Mi relación con el monasterio la tenía desde pequeño, pero no me había planteado nunca ser monje, más bien me producía un cierto miedo. En 2000 el abad Josep Alegre, mi predecesor, recuperó una asociación de laicos con una nueva perspectiva, la Hermandad de Poblet, que se había fundado en los cuarenta para ayudar económicamente a los monjes, y mantuve una relación más directa con el monasterio, con ciertos aspectos más espirituales. Retomo, también, la relación con el abad Maur Esteva en la casa general, en Roma, y entonces comienzo un proceso que acaba en julio de 2005 con el postulado.

En lo que respecta a la falta de vocaciones en la Iglesia, ha defendido un papel más grande de los laicos. ¿Cómo sería?

Es la idea fundamental del Concilio Vaticano II, que fue algo muy atrevido para la época: en vez de comenzar hablando para la jerarquía, comenzó hablando a los laicos, el pueblo de Dios, después los religiosos y así fue pasando. Creo que los laicos tienen un papel fundamental dentro de la Iglesia, y en relación con esto hay un aspecto crucial: su formación. Los laicos tienen que hacer un esfuerzo para formarse y ser capaces de llevar a cabo muchas misiones. En instituciones como por ejemplo los arzobispados, cada vez hay más laicos, hombres y mujeres, que tienen cargos de responsabilidad, y se deja a los presbíteros el papel pastoral en concreto.

¿Qué le ha aportado la formación continua?

Muchas cosas. La primera licenciatura, de Geografía e Historia, es vocacional porque la historia siempre me ha apasionado, y me especialicé en historia contemporánea. Biblioteconomía y Documentación la estudié por razones profesionales, porque trabajaba en la Hemeroteca Tarragona y después lo hice en la hemeroteca de Caixa de Tarragona. Si inicialmente trabajaba con un poco de pesadumbre, porque era una cosa más técnica, en los más de veinte años que lo hice este trabajo también me apasionó. Los postgrados posteriores están relacionados con esto. Hice Gestión de Nuevas Tecnologías de la Información porque la informática se estaba imponiendo en el campo de las bibliotecas y nos teníamos que reciclar, y el máster de Gestión Cultural me permitió conocer cómo funciona la gestión desde los puntos de vista administrativo y económico, además de la estructura interna de las infraestructuras culturales de Barcelona, una cosa realmente muy enriquecedora. Con la profesión temporal comienzas los estudios de Teología, y posteriormente el máster de Teología Sistemática.

Está liderando el proyecto Cosmos. ¿En qué consiste?

Se trata de actualizar al siglo XXI las razones por las que se formó el monasterio en 1150. En aquel momento, el conde de Barcelona, Ramon Berenguer IV, recurrió a una institución que se había formado en el 1098 en Francia para impulsar las fundaciones de Poblet y Santes Creus para repoblar estos territorios. Fue un referente espiritual, pero también social y, en cierta medida, económico. Esto, trasladado al siglo XXI, es el proyecto Cosmos. Queremos que todos los visitantes sepan que el monasterio se fundó para ser un centro espiritual, y que eso, en los inicios del siglo XXI, todavía es una realidad. Ahí vive una comunidad de veintinueve personas que tiene como pilar fundamental a Dios pero también hay actividades turísticas, la hostelería y una serie de proyecciones culturales alrededor del Palacio del Abad, donde está el Archivo Tarradellas y salas para diferentes actividades, incluidas las sociales. Tenemos una escuela de hostelería para los jóvenes de la Conca de Barberà que tienen problemas de integración escolar; hacen un curso para integrarse otra vez en la dinámica de formación.

¿Cómo se está adaptando el recinto a las nuevas tendencias museísticas y turísticas?

Por un lado, en el museo están remodelando las salas porque, cuando pasan ciertos años y han cambiado las tendencias, se tiene que cambiar el discurso, y también se tiene que renovar el espacio para que las visitas no vean siempre lo mismo. Las obras del edificio están prácticamente acabadas y pronto comenzaremos la adecuación de la exposición de piezas. Por el otro, desde hace un tiempo hemos cambiado el inicio de las visitas turísticas, que hasta ahora era en las torres reales, el recinto más interno de monasterio, por la plaza, porque la plaza es la conexión con el exterior. También estamos trabajando en el espacio de acogida de los visitantes para crear un centro de interpretación y que las visitas empiecen por aquí;  queremos que los visitantes entren en el monasterio sabiendo que es un centro sobre todo espiritual.

¿Cómo se incorporan los avances tecnológicos a la vida de un monasterio donde se observa la regla de San Benito?

Por un lado, como prácticamente todo el mundo, hemos incorporado la informática para las comunicaciones internas y también tenemos página web, Facebook y Twitter. Por el otro, se catalogó informáticamente la biblioteca ya hace bastantes años, y hace unos cinco decidimos que era imprescindible incorporarnos en el catálogo colectivo de las universidades catalanas, cosa que hicimos en colaboración con la Universitat Rovira i Virgili. Otra vertiente, que ya hace años que iniciamos como proyecto con el padre Lluc Torcal, el anterior abad y ahora procurador general de la orden, es la reconversión ecológica. Se inició con el aprovechamiento del agua, porque se perdía más de un 50%, y se aplicó la energía solar en la generación de calefacción y agua caliente. La orden cisterciense se fundó en el siglo XI con respeto por la naturaleza porque para nosotros es la creación de Dios.

La biblioteca del monasterio de Poblet tiene un convenio con la URV. ¿Qué implica eso a la práctica?

Ha permitido incorporar en el catálogo colectivo tanto los libros de la biblioteca del monasterio como los del Archivo Tarradellas, y eso ha abierto  la biblioteca al exterior. El convenio implica apoyo en el terreno informático y también una acción puntual muy importante, la reedición de la obra del padre Agustí Altisent, que en los setenta escribió la historia de Poblet, una de las mejores obras de un monasterio que se han escrito nunca y que se agotó a principio de los dos mil. El padre Agustí murió en 2004, un año antes de entrar yo en el monasterio, y la primera tarea que se me encargó fue organizar los papeles que él había dejado. Encontré diferentes actualizaciones de su obra, notas que había ido incorporando y que cambiaban el texto y aportaciones que le había hecho llegar a la gente. Entonces reeditamos el libro añadiéndole todo lo que él habría incorporado si hubiera estado vivo. Lo hicimos conjuntamente con la Diputación de Tarragona y la URV, y bajo la coordinación de la profesora María Bonet, de Historia Medieval, y la mía como monje. Fue una obra de colaboración con la URV de las más importantes.

¿Qué ha supuesto para la biblioteca la incorporación del fondo de Paul Preston?

En 1981, el presidente Tarradellas dejó en el monasterio de Poblet su archivo, que ha tenido un acceso restringido hasta el 2016 pero ahora ya es de consulta libre para los investigadores. En el Archivo Tarradellas se han incorporado posteriormente treinta archivos más, como el de Carles Sentís, Ramon Barnils, Miquel Mateu i Pla, el doctor Josep Maria Bricall y el doctor Paul Preston. En el caso de Preston se trata de un fondo particular porque es su material de trabajo: grabaciones, apuntes, fotografías y, finalmente, material digitalizado. Es un importante fondo bibliográfico que nos permite tener las primeras ediciones de todas las obras de los hispanistas que se interesaban por la historia contemporánea de España, desde los años setenta hasta la actualidad.

El monasterio de Poblet es un símbolo para el catalanismo. ¿Cómo ve la situación de Cataluña en términos políticos?

Tenemos los restos de ocho reyes enterrados en el monasterio, que es un panteón real por excelencia y ha sido un referente para Cataluña a lo largo de todos los siglos, también hoy. El momento político de Cataluña es complicado, nada fácil de predecir, pero es muy importante y apasionante. Ha despertado muchas ilusiones y espero que el final sea feliz y satisfactorio, y que se respete la voluntad de los catalanes.

¿Qué relación tendría que haber entre la Iglesia y los poderes políticos?

La Iglesia, como un elemento más de la sociedad, tiene que tener relación con todos los elemento sociales, culturales, económicos, deportivos, científicos y también, obviamente, con los cargos políticos. Las épocas en que había una relación estrecha con el poder político están felizmente superadas, y en la Iglesia nos tenemos que reubicar en nuestro papel. El papel de los obispos catalanes va en esta línea. Con el gobierno catalán actual, tal vez por un factor generacional o porque muchos de los consejeros han tenido una relación directa con el monasterio de Poblet, hay una relación de franca colaboración y de respeto mutuo muy buena.

Como historiador, ¿qué le supone pertenecer a la comunidad monástica de Poblet?

Vivir cada día en un entorno qué nos recuerda que es la historia de Cataluña, sobre todo de la época medieval. El marco es un referente histórico y diría que el periodo que vivimos en este momento, desde el punto de vista histórico, también es apasionante.

El valor de la historia
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