09/12/2019

Los migrantes sin referente familiar y los profesionales que los atienden cuentan su experiencia en una jornada en la URV

La falta de expectativas, la pobreza en su lugar de origen y las razones laborales mueven a niños y adolescentes a marchar solos de su país

Baba y Bouissa, en el extremo izquierdo y a la derecha, migrantes sin referente familiar, acompañados de profesionales que atienden adolescentes y jóvenes en acogida y de las responsables del Servicio de Atención a la Infancia y la Adolescencia de Tarragona.

Baba llegó a Cataluña en 2017, dos años después de haber salido de su país y de haber sido rescatado en alta mar por un barco de la ONG Open Arms. Tras pasar por diferentes centros de acogida de Tarragona mientras fue menor, ahora vive en un piso tutelado de Reus, se ha integrado en la colla castellera de los Ganxets y ha estudiado carpintería. Este mediodía ha compartido sus vivencias con los estudiantes de la Facultad de Ciencias de la Educación y Psicología, en la jornada «Hagamos de la excepción la norma», en la que dos migrados sin referente familiar, él mismo y Bouissa, y varios profesionales que hacen la acogida y seguimiento han hablado de la propia experiencia a los futuros profesionales.

Bouissa tiene 18 años, nació en Marruecos y forma parte del reducido 3% de chicas menores no acompañadas que llegan a Cataluña. Al morir su padre, se desencadenaron una serie de problemas que la condujeron a marcharse y llegó a territorio español como única chica en una patera con 40 hombres. Explicó que estar en un centro de acogida le resultó duro, hasta que ha llegado al piso tutelado, donde vive con cinco chicas más y donde va encontrando su sitio. Lo que ha vivido hace plantearle la posibilidad de llegar a ser educadora, atender a personas que han pasado por la misma experiencia y aportar sus conocimientos a los demás educadores.

La jornada de hoy, impulsada por la propia Facultad de Ciencias de la Educación y Psicología y la Dirección General de Atención a la Infancia y la Adolescencia de la Generalitat, es una acción para dar voz a aquellos que viven en primera persona este fenómeno migratorio y contrarrestar la imagen negativa que se ha ido construyendo con el altavoz de algunos partidos políticos y medios de comunicación. Así lo han puesto de manifiesto las profesionales que han participado en la jornada y que han hecho hincapié sobre el hecho que, en el debate sobre los menores extranjeros no acompañados, «debe prevalecer la condición de niños y jóvenes en acogida para encima de la de migrantes «, matizó Isabel Carrasco, jefa del Servicio de Atención a la Infancia y la Adolescencia de Tarragona.

Para enmarcar el fenómeno han apuntado cifras: si bien los primeros menores extranjeros no acompañados llegaron a Barcelona en 1996 y lo hicieron de forma escalonada los años sucesivos, fue a partir de 2017 y especialmente en 2018 cuando el incremento fue exponencial, con más de 3.000 llegadas este último año, que ya se han visto superadas en 2019 (la previsión es de 5.500 nuevas llegadas al terminar este año). La mayoría (77,2%) provienen de Marruecos.

Los motivos son claros: la falta de expectativas (59,9% de los casos), la situación de pobreza en el lugar de origen (54,7%) y razones laborales (51%). Precisamente la inserción laboral es la mayor expectativa de los chicos que deciden migrar (89,5%), el 52% quieren formarse y el 42,9% de regularizar su situación.

Para trabajar, sin embargo, es necesario que se den una serie de condiciones, y no sólo alcanzar la mayoría de edad. Así lo ha expresado y reivindicado Baba: «Que no nos lo pongan difícil, que nos faciliten el NIE para trabajar porque puedes estar dos años esperándolo», una opinión que afianza Isabel Carrasco, que explica que «si se pudieran documentar de manera más rápida, los jóvenes que quieren seguir formándose se podrían quedar en los centros cuando llegan a los 18 años, y los que no quieren se podrían vincular en algún servicio, porque ahora quedan en una situación de vulnerabilidad «.

La experiencia compartida de adolescentes y profesionales hace que cooperen para la acogida de hombres y mujeres que continúan llegando. Así, «en los últimos servicios abiertos, los propios chicos que hace un tiempo que están aquí, acompañan a los profesionales durante los periodos que realizan la acogida a chicos recién llegados y ejercen de mentores», relata Jordina Mora, del servicio a la infancia de Intress, una entidad sin ánimo de lucro que gestiona centros de acogida. Y ese es uno de los mayores retos ahora, apunta: la mentoría de los niños y adolescentes migrantes sin referente familiar.

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