07/12/2020
Muerte violenta en la Cova Foradada de Calafell hace unos 5.000 años
Los traumatismos observables en el esqueleto humano constituyen la evidencia más directa de los episodios de violencia interpersonal y son frecuentemente documentados en el registro arqueológico, puesto que nos han acompañado todos los periodos de nuestra historia. Los primeros casos se han datado en el Paleolítico, pero es a partir del Neolítico cuando este comportamiento se incrementa exponencialmente. Golpes con objetos contundentes, impactos de proyectiles o marcas de corte son algunos ejemplos de las lesiones vinculadas a eventos violentos. Sin embargo, determinar el tipo de objeto que fue utilizado como arma no siempre es posible. Un nuevo estudio publicado estos días en el International Journal of Paleopathology, realizado por personal investigador del Institut Català de Paleoecologia Humana i Evolució Social (IPHES-CERCA), de la Universidad Rovira i Virgili (URV) y de la Universidad de Barcelona (UB), ha identificado un caso de traumatismo craneal en el yacimiento de Cova Foradada (Calafell, Tarragona). Se trataría de un individuo de unos 50 años de edad que habría muerto de forma violenta por el impacto de una azuela de piedra, un tipo de azada, hace unos 5.000 años.
Miguel Ángel Moreno-Ibáñez, investigador predoctoral en el IPHES-CERCA y autor principal del artículo, señala que el patrón de fractura observado en el cráneo “ha permitido inferir el tipo de objeto que se utilizó para provocar la muerte de este individuo, así como la dirección del golpe”. El cráneo fue encontrado en 1999 durante una excavación de urgencia en la Cova Foradada, en Calafell (Tarragona), pertenece a un hombre de unos 50 años y forma parte de un enterramiento colectivo del Neolítico Final – Calcolítico (5060 – 4400 años antes del presente).
La fractura ha sido analizada tanto con lupa binocular como con microtomografía computarizada (micro-CT), se encuentra en el parietal derecho y no muestra ninguna evidencia de curación.
“Las fisuras en disposición radial, algunas de ellas con una considerable apertura, la descamación interna y los ángulos de fractura agudos nos informan de que se trata de un traumatismo perimortem, es decir, en torno al momento de la muerte del individuo”, comenta Moreno-Ibáñez. Además, este individuo presenta dos lesiones antemortem, en el occipital y en el temporal derecho, completamente curadas, y una fractura postmortem en la zona inferior del occipital. Por lo tanto, en este mismo cráneo es posible observar la diferencia entre traumatismos antemortem, perimortem y postmortem.
“Los traumatismos craneales son de un interés particular, ya que la cabeza constituye el objetivo principal cuando la intención es matar al individuo, por lo que frecuentemente este tipo de lesiones están asociadas a la causa de muerte”, añade Miguel Ángel Moreno-Ibáñez. “El patrón de fractura resultante indica que se utilizó un objeto contundente con un filo recto y apuntado (“traumatismo contundente-cortante”), como las hachas y azuelas de piedra pulimentada”, asegura.
Estos objetos tienen una morfología muy similar, pero difieren en su posición y forma de uso. Las hachas están enmangadas siguiendo el eje longitudinal del mango, mientras que las azuelas responden a una disposición transversal. “Por este motivo, la dispersión de la fuerza respecto al punto de impacto es diferente entre ambos casos”, puntualiza el mismo investigador. El hecho de que haya sido posible identificar el punto de impacto en la fractura craneal de Cova Foradada ha permitido inferir cuál de estos objetos fue el más probablemente utilizado: la azuela.
“La mayor destrucción se localiza en posición anterior al punto de impacto, por lo que el golpe fue provocado desde la espalda del individuo, probablemente por parte de un atacante diestro”, relata Miguel Ángel Moreno-Ibáñez. “Además, una porción de hueso quedó ligeramente hundida hacia dentro en respuesta a la presión externa, por lo que probablemente se realizó un movimiento de palanca para extraer la azuela del cráneo tras el golpe”, declara.
Como vemos, el estudio de los huesos no sólo nos habla de las personas a las que pertenecieron, sino en ocasiones también de cómo fue su muerte, o qué tratamiento recibieron tras ésta. El caso de Cova Foradada es un ejemplo de cómo, siguiendo criterios forenses, es posible reconstruir cómo se produjo este un traumatismo craneal hace unos 5000 años. Gracias al análisis de los factores intrínsecos de la fractura, como las propiedades biomecánicas del hueso y el patrón de fracturación, ha sido posible extraer conclusiones sobre el arma utilizada, la dirección del golpe y la posición del atacante respecto a la víctima.
Referencia bibliográfica
Moreno-Ibáñez, M.A., Saladié, P., Morales, J.I., Cebrià, A., Fullola, J.M. (2021). Was it an axe or an adze? A cranial trauma case study from the Late Neolithic – Chalcolithic site of Cova Foradada (Calafell, Spain). International Journal of Paleopathology, 32: 23-30. https://doi.org/10.1016/j.ijpp.2020.11.002