Es importante educar en el compromiso social de toda la ciudadanía para hacer frente al acoso, pero en especial de la infancia y la adolescencia

Este año ha conmocionado especialmente al caso de Sandra, una adolescente de Sevilla que se suicidó tras estar sufriendo acoso escolar por parte de compañeras de su centro educativo. Este tipo de situaciones, con tanto impacto a la luz pública, no son nuevas y se van repitiendo, como son los casos de Kira en 2021, o el de Alan, en 2015. Hay que subrayar que la investigación sobre acoso escolar ya apunta, desde hace muchas décadas, a que una de las posibles consecuencias de ser víctima. Estamos frente a una problemática que se mantiene con el tiempo y que las respuestas que genera a menudo se articulan desde la rabia o el desconocimiento de la realidad en profundidad. En este artículo pretendemos proporcionar herramientas para hacer frente a partir de evidencias que nos ofrece la investigación internacional en el ámbito.

Algunos de los últimos datos que se disponen sobre acoso, según recoge el informe “La opinión de los/as estudiantes” publicado por la Fundación Ir conjuntamente con la Fundación Mutua Madrileña, ilustran un incremento del acoso presencial y el virtual. En una línea similar, el estudio“Dilo todo contra el bullying”, liderado por Totto y Educarestodo, plantea que 1 de 4 familiares afirman que sus hijos e hijas han sufrido algún tipo de acoso en el centro educativo. Además, como indicaban otros estudios, manifiestan que los centros no están preparados para dar respuesta. 

La investigación en torno al bullying propone diferentes estrategias enfocadas a su prevención. Por ejemplo, existe una línea de investigación muy amplia que defiende la importancia de la intervención de las personas espectadoras. Esto significa que su implicación en la protección a la víctima y denuncia del acoso son centrales para mejorar el clima escolar.

Por otra parte, existe una línea de trabajo que insiste en la relevancia del consenso de las normas de forma comunitaria, es decir, con la participación democrática de todos los agentes educativos y en especial de la infancia. También existe evidencia sobre el paper central de l’amistat en la prevención del acoso, en otras palabras, cómo las amistades de calidad pueden contribuir a la protección de la infancia o la gestión resiliente de esta problemática.

No quiero finalizar sin insistir en que una formación de profesionales de la educación en base a estas premisas preventivas pueden ser una garantía para reducir los índices de acoso escolar. Sin embargo, y con la voluntad de dar respuesta de una forma rigurosa al planteamiento inicial de este artículo, es necesario un compromiso global de toda la sociedad. El acoso escolar no puede convertirse en una temática de confrontación e instrumentalización política, todo lo contrario. Es importante educación en el compromiso social de toda la ciudadanía para hacerle frente, pero en especial de la infancia y adolescencia. Está en manos de todos y existe suficiente evidencia para acabar con el bullying y salvar muchas vidas.