02/12/2019 Opinión

Enric Aguilar Anfrons, investigador sénior del Centro en Cambio Climático C3 y director del Departamento de Geografía

El reto del cambio climático en Cataluña Sur

El cambio climático todavía puede ofrecer oportunidades, como la explotación de nuevos cultivos o la comercialización de temporadas turísticas ampliadas

Delta de l'Ebre. FOTO: EnRutx, Wikimedia Commons.

El cambio climático es un fenómeno de carácter global que deriva de la actividad humana y pone en cuestión el futuro de nuestra especie. El informe United in Science, publicado después de la Cumbre por la Acción Climática 2019, nos indica que nos encontramos 1.1 ºC por encima de la temperatura preindustrial, con cada vez menos posibilidades de limitar el incremento térmico a los 1.5 ºC que —según informes previos— acotarían su impacto a niveles asumibles. Nuestras latitudes mediterráneas muestran incrementos por encima de la media. Los datos del Observatorio del Ebro señalan que el mejor registro meteorológico que tenemos indica un incremento de 0.2 ºC/década desde 1880, acelerado hasta duplicarse (0.4 ºC/década) en los últimos treinta años. Según los modelos climáticos, el consenso sobre nuestra región es la evolución hacia un clima más cálido y seco. La Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) nos ofrece proyecciones climáticas procedentes de modelos globales y regionales, bajadas de escala para interpolar la evolución esperada del clima en el ámbito provincial. Para Tarragona, AEMET proyecta incrementos entre 1 y 5 respecto de la media del período 1961-1990 y en función del nivel de reducción de emisiones. A pesar de que la respuesta de la variable precipitación es más incierta, los mismos modelos apuntan a una menor precipitación total y a una mayor irregularidad de las lluvias. Esto, sumado al incremento de la evapotranspiración asociada a temperaturas más elevadas, conllevará a que el recurso hídrico sea más escaso.

El cambio climático lleva asociados otros fenómenos, como la subida del nivel del mar, la acidificación de los océanos, la ocurrencia más frecuente de olas de calor y otros episodios meteorológicos extremos. A los impactos físicos, hace falta añadirle, pues, los impactos sobre la economía, las personas y la sociedad en general. Los sectores productivos de Cataluña Sur tienen —como en todas partes— una relación bidireccional con el cambio climático: por un lado, son responsables de sus emisiones y, por otro, están sujetos a sus impactos. Como responsables de las emisiones, y según los datos de la Oficina Catalana del Cambio Climático (OCC), estas han repuntado en Cataluña en los últimos años. Durante los años de crisis económica, las emisiones catalanas pasaron de casi 60 Mt de CO2, equivalente al año 2007, a unas 42 Mt en el año 2013. Desde entonces, la tendencia se ha revertido lentamente, las emisiones vuelven a subir, a pesar de mantenerse en niveles de finales de los años noventa. Evidentemente, hace falta ser más ambiciosos y todas las instituciones públicas y privadas deben evolucionar hacia una drástica política de reducción de emisiones. En este sentido, es remarcable el programa de Acuerdos Voluntarios de la OCC, en el cual un conjunto de instituciones del tejido social catalán se compromete a emprender acciones de “descarbonización”. No obstante, estamos —tal y como han declarado varias instituciones, entre ellas, la Universitat Rovira i Virgili— en situación de emergencia climática y hace falta ir más allá, facilitando la transición energética de las instituciones. ¿Por qué? Porque transición energética equivale a mitigación, mitigación equivale a menos impacto, y menos impacto se traduce en viabilidad de sistemas humanos en general, y de actividades económicas en particular.

En Cataluña Sur, actividades como la agricultura o el turismo, solo por citar dos, tienen un importante peso tanto económico como para garantizar el tejido social y la ocupación y explotación razonable (sostenible) del medioambiente. Su radicación en la región se encuentra íntimamente relacionada con nuestro clima mediterráneo. Y ahora el clima impone progresivamente unas nuevas condiciones. El cambio climático impone cambios evidentes en la agricultura: dificultades en el acceso a recursos hídricos, necesidad de nuevas variedades, cambios fenológicos que comportan cambios en el ciclo productivo de los cultivos, etc. En algunos casos, incluso queda en entredicho la supervivencia del mismo entorno. Por ejemplo, el delta del Ebro tiene que afrontar un triple reto: la reducción de sedimentos, la subducción por el peso del propio delta y la subida del nivel del mar.

Precisamente, la subida del nivel del mar afecta también al sector del turismo de sol y playa, tan implantado en la región. Por definición, buena parte de las infraestructuras están radicadas en las proximidades del mar y son susceptibles de sufrir en un futuro inmediato afectaciones mayores a las ya conocidas de forma regular y, muy especialmente, durante los episodios extremos de precipitación.

El Panel Intergubernamental del Cambio Climático está preparando su sexto informe. No hay que dejar de recordar algunos conceptos que figuraban en los primeros informes, allá por los años noventa. Se hablaba de reto y oportunidad. Se hablaba de reto para hacer un planeta más limpio y sostenible, y se hablaba del ahorro que suponía la acción por el clima versus el coste de no hacer nada. Desafortunadamente, ya hemos pagado el coste de hacer poco y hablamos más de emergencia climática que de oportunidad. Pero el cambio climático todavía puede ofrecer oportunidades, por ejemplo, la explotación de nuevos métodos de conreo o la comercialización de temporadas turísticas ampliadas. Pero para aprovecharlas, hace falta realizar una transición energética y tecnológica que nos haga llegar a un planeta neutro en emisiones nunca más tarde de 2040. La Universidad Rovira i Virgili, como actor principal en la generación del conocimiento en Cataluña Sur, tiene una oportunidad, casi una obligación, de fomentar la investigación multidisciplinar en torno al cambio climático y la transición energética, implicando desde a grupos de investigación en ciencia base del cambio climático hasta a aquellos más tecnológicos, pasando por los que trabajan con aspectos legales y económicos. Transferir conocimiento y transferir soluciones. Este es nuestro reto.

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