09/10/2019 Opinión
Roger Cabré Rodon, Físico y profesor del Departamento de Ingeniería Electrónica, Eléctrica y Automática de la URV
Descubrir el Universo
El Premio Nobel de Física ha sido este año para tres científicos que investigan los exsoplanetas gracias a nuevas técnicas que ellos mismo han generado
El Premio Nobel de Física ha sido este año para tres científicos que investigan los exsoplanetas gracias a nuevas técnicas que ellos mismo han generado
Este año el premio Nobel de Física ha recaído por partida doble en tres eminentes científicos. ¿Y por qué decimos doble si son tres? Pues porque como suele ocurrir algunas veces en las deliberaciones del jurado hay muchos candidatos merecedores, y entonces por justicia, el premio se acaba repartiendo. Este año lo ha hecho en dos mitades: una para el ya veterano astrofísico canadiense James Peebles de la Universidad de Princeton; y el otro por dos miembros del mismo equipo de la Universidad de Ginebra, Michel Mayor y Didier Queloz, el primero más veterano le dirigió los trabajos al segundo.
Mayor y Queloz inauguraron los años noventa, el campo de investigación de los exoplanetas. Introdujeron una nueva técnica (la de las velocidades radiales) para detectarlos y descubrieron así, en 1995, el primer exoplaneta confirmado alrededor de 51-Pegasi, una estrella normal como nuestro Sol. Y el planeta, un gigante gaseoso como Júpiter, fue llamado 51-Pegasi-b. A partir de aquí utilizando estas técnicas y otras más novedosas se han llegado a descubrir actualmente hasta unos 4.000 exoplanetas en la zona más cercana de nuestra galaxia, ¡algunos incluso similares a la Tierra con respecto a las condiciones ambientales! Todos estos descubrimientos desencadenan un océano de comprensión sobre lo que representamos nosotros junto con la Tierra, en el Universo y abren inmensas posibilidades de localizar vida más allá del Sistema Solar.
En cuanto a James Peebles, se puede decir más alto, pero no más claro: fue él quien teorizó sobre la Radiación de Fondo del Universo, ya detectada unos años antes (1964) por Penzias y Wilson, y la atribuyó a un rumor aún persistente de una inmensa y extremadamente caliente luz, que unos 350 000 años después del Big Bang consiguió por fin atravesar nuestro Universo después de ser prisionera; un mar de fondo de microondas que actualmente nos llega ya mucho más fría y casi por igual en todas las direcciones. La detección de esta radiación de fondo con los grandes radiotelescopios y sobre todo sus pequeñísimas irregularidades que tiene, han permitido deducir cómo era el Universo en su infancia y cómo ha evolucionado durante su historia. Hay quien dice que la radiación de fondo es la historia del Universo lo mismo que los fósiles en la historia de la vida en la Tierra.